Empeoran las condiciones de vida en Sudán del Sur.

Para hacer frente a la gran inseguridad alimentaria, el CICR y la Cruz Roja de Sudán del Sur han proporcionado suministros de alimentos para unas 250.000 personas desde que comenzó la crisis.

“La situación humanitaria es desastrosa y con la llegada de la estación de lluvias posiblemente seguirá deteriorándose. Las lluvias dificultan el suministro de socorros porque las carreteras se vuelven intransitables y las pistas de aterrizaje se convierten en lodo”, dijo el jefe adjunto de la delegación del CICR en Sudán del Sur, François Moreillon.

“Si no mejoran las condiciones de seguridad en el país y el acceso sigue siendo problemático, es posible que aumente la inseguridad alimentaria a la que actualmente hacemos frente y que dure mucho más tiempo”.

Se han distribuido víveres en los estados de Lagos, Unidad, Alto Nilo, Warrap, Jonglei, Bahr el Ghazal del norte y Bahr el Ghazal occidental. Desde el mes de mayo, el CICR optó por lanzar desde aeronaves grandes cantidades de alimentos y otros socorros básicos. El personal sobre el terreno evalúa actualmente las necesidades y hace lo necesario para recoger los suministros de socorros que se lanzan en diferentes lugares.

“Junto con los voluntarios de la Cruz Roja de Sudán y la comunidad local, se aseguran de que la ayuda sea distribuida de forma equitativa a las personas que más la necesitan”, explicó el señor Moreillon. La última vez que el CICR hizo distribuciones de esta manera se remonta a 1997, cuando lo hizo en el norte de Afganistán.

Miles y miles de personas en el condado de Leer, en el norte del país, acaban de recibir alimentos y semillas. Nymal (nombre ficticio) es viuda y tiene ocho hijos. Su pueblo, a poca distancia del lugar donde se lanzaron socorros, fue prácticamente destruido durante los enfrentamientos. “Se me parte el corazón al ver tanta destrucción”, dijo. Pasará mucho tiempo antes de que podamos reconstruirlo todo. Nos hacen falta alimentos y atención médica. Daré lo que he recibido a mis hijos”. Muchas otras personas en la zona están en esta misma situación. Nykouth (nombre ficticio), que tiene seis hijos, huyó cuando oyó los disparos. Semanas más tarde, cuando volvió a su casa, la encontró totalmente destruida por el fuego. Ahora vive con su familia debajo de un árbol. No es la primera vez que la violencia azota su ciudad, pero sí la primera que hay tanta destrucción.

“Lo que ha ocurrido este año es diferente”, dijo. “Mis hijos se alegrarán mucho cuando vean que les llevo alimentos”.

“Estamos incrementando la asistencia alimentaria en esa zona porque es donde hay una de las más altas concentraciones de desplazados. Muchos de estos llegan de Mayendit, Bentiu, Malakal y Koch. También hay que tener en cuenta a las personas que regresan después de estar desplazadas en otros lugares del condado de Leer”, dijo el señor Moreillon. “Centramos nuestros esfuerzos en las partes más aisladas del país, donde el acceso a los mercados es más difícil y donde la situación de seguridad alimentaria es la más preocupante”.

Según un coordinador de socorros del CICR, Asma Khaliq Awan, la situación es muy grave. “Duele ver a tantos niños llegar a la desbandada a la zona donde se lanzan los socorros para recoger a toda prisa los granos de sorgo que quedan esparcidos en el suelo después de cada distribución. También es muy diciente de los problemas que hay en Leer”. Las personas que todavía tienen ganado están acabando rápidamente con él, y casi ninguna de ellas tiene reservas de semillas para plantar. En un año normal, la cosecha se hace en octubre y noviembre.

Hasta la fecha, se han lanzado desde el aire 294 toneladas métricas de víveres para unas 40.000 personas y 60 de semillas de sorgo, gombo, calabaza, maíz y fríjol para, respectivamente, mitigar la inseguridad alimentaria y apoyar los cultivos durante la estación de siembra. Equipos del CICR y de la Cruz Roja de Sudán del Sur en Leer distribuyen los víveres y las semillas a las personas que han de recibirlos según un registro de datos creado para los efectos.

El CICR recuerda constantemente a las partes en conflicto las obligaciones que les impone el derecho internacional humanitario. “Destacamos la obligación de dar un acceso sin trabas a los trabajadores humanitarios y de salud y la obligación de respetar a las personas civiles, así como a los heridos, los enfermos, los detenidos y las personas que dejan las armas”, dijo el señor Moreillon. El CICR acogerá con gusto todas las iniciativas que ayuden a mejorar el entorno de seguridad y a permitir que las personas produzcan sus alimentos y obtengan un mejor acceso a los servicios básicos.

Desde que comenzó la última emergencia a mediados de diciembre, y en colaboración
con la Cruz Roja de Sudán del Sur, el CICR
• hizo casi 2.000 intervenciones quirúrgicas en 12 establecimientos de salud locales y proporcionó suministros médicos a 34 centros de primeros auxilios y otros centros de salud, y material para apósitos que los voluntarios de la Cruz Roja de Sudán del Sur utilizaron para tratar más de 5.000 casos;
• proporcionó agua limpia para 230.000 personas de comunidades desplazadas y de comunidades en otras zonas afectadas por el conflicto, así como a centros de detención y de salud en diferentes lugares del país;
• proporcionó tiendas, utensilios de cocina y lonas para instalar alojamientos de emergencia en favor de unos 400.000 desplazados en el
país;
• visitó a más de 4.000 personas recluidas en diferentes lugares de detención;
• dio la posibilidad de hacer unas 10.000 llamadas telefónicas en diferentes campamentos, a fin de que los desplazados pudieran ponerse encontacto con sus familiares.

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