Quince meses después de las inundaciones que azotaron Nigeria entre julio y octubre de 2012, la población recupera sus hogares y medios de vida. Desde el inicio de la crisis, la Federación Internacional trabajó conjuntamente con la Cruz Roja Nigeriana y las comunidades para facilitar la recuperación de las personas afectadas y reforzar las capacidades de la sociedad para poder hacer frente por sí misma a nuevos desastres en el futuro.
Aunque habituales en la zona, entre julio y octubre de 2012 las fuertes lluvias provocaron en Nigeria las peores inundaciones de los últimos 40 años. Más de 7 millones de personas se vieron afectadas en 33 de los 36 estados que componen el país. Los efectos de las inundaciones y desbordamiento de los ríos arrasó a las comunidades vecinas. Más de 2 millones de personas tuvieron que dejar sus hogares con las pocas pertenecías que pudieron llevar en su huida. Para alojar a las personas desplazadas se habilitaron campos. En noviembre 2012 el agua retrocedió y las familias desplazadas regresaron a sus regiones de origen encontrando sus hogares dañados, sus cultivos destruidos y todas sus pertenecías desaparecidas.
La inseguridad debido a los conflictos armados existentes así como a los brotes de cólera, habituales en la región, agravó aún más la precaria situación de la población afectada. Ante este panorama de crisis humanitaria, la FICR realizó un llamamiento a las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja solicitando ayuda para realizar las acciones necesarias que mitiguen los efectos del desastre. Un grupo de expertos se trasladó al país para apoyar a la Cruz Roja Nigeriana (CRN) en las acciones de asistencia y recuperación y envió material de emergencia para su distribución. Ante la imposibilidad de extender sus acciones por todo el país, se concentraron en los 12 estados más perjudicados.
En coordinación con la CRN, las comunidades afectadas, autoridades y socios locales diseñaron un programa de acciones cuyo objetivo no se reducía a la etapa de la emergencia sino que iba más allá, facilitando a las comunidades los conocimientos y las herramientas necesarias que les permitan hacer frente a posibles desastres en el futuro.
Inicialmente, la prioridad fue proporcionar a las personas afectadas los mínimos útiles para que pudiesen vivir dignamente y garantizar su salud. Con ayuda de los voluntarios y voluntarias de la CRN se repartieron a 28.476 personas artículos no alimenticios, tales como mantas, set de cocina, esteras para dormir y jabón. También se distribuyeron kits de herramientas para construir alojamientos de emergencia a 25.242 personas y 4.421 toldos plásticos. Siempre con la perspectiva de mejorar la ayuda, se realizó una encuesta entre los beneficiarios y el 80% consideró que los materiales eran adecuados a sus necesidades en ese momento hasta que pudiesen reconstruir sus viviendas.
Otra de las acciones realizas fue proporcionar formación a los voluntarios y voluntarias de la CRN en la utilización y construcción de alojamientos temporales. Esta medida del incrementar sus capacidades y conocimientos les permitió no solo ser más eficaces en su auxilio a la población sino prestar una mejor asistencia en el caso de futuras crisis.
La FICR y el CRN trabajaron junto con las comunidades para conocer sus técnicas y materiales de construcción y, posteriormente, mejorar los procesos para asegurar que las casas se reconstruyen con técnicas más resistentes a las inundaciones. Estas lecciones aprendidas fueron trasladadas a los voluntarios de distintas zonas para fomentar una reconstrucción más segura a la meteorología de la zona. También se evaluó la efectividad de esta acción y el 100% de los encuestados la consideró positivamente.
Una de las mayores preocupaciones en las emergencias con gran concentración de población es la salud de las personas, la posible contaminación del agua y la falta de saneamiento adecuado que potencia el desarrollo de todo tipo de enfermedades. Para evitarlo, se realizaron una serie de acciones con la finalidad de incrementar el conocimiento de la población sobre prácticas preventivas de salud. Las actividades se concentraron en proporcionarles pautas para prevenir y controlar la diarrea, preparación y aplicación de soluciones orales para la rehidratación y prevención de la malaria. De esta formación se beneficiaron 52.340 personas de 9 estados. Para evitar la malaria se distribuyeron mosquiteras para 11.438 personas en los 12 estados. Los voluntarios y voluntarias no sólo se encargaron de su distribución sino también de explicar su uso correcto.
Con el paso del tiempo, se puso en evidencia la necesidad de garantizar agua potable, la falta de instalaciones de saneamiento y lo oportuno de realizar prácticas de higiene adecuada. La FICR y la CRN distribuyeron kit de higiene (garrafas de agua, jabón, dispensadores para lavar las manos y cubos) a 28.476 personas en los 12 estados. Además repartieron 131.778 tabletas purificadoras de agua para 28.149 personas. La entrega de estos artículos se reforzó con una intensa labor de formación por parte de los voluntarios sobre su uso y buenas prácticas de higiene entre las que se incluyeron a niños y niñas (1.800).
Para fortalecer la capacidad de la CRN en un futuro, la FICR hizo entrega de kits de saneamiento de agua para 5.000 personas. Se crearon comités de agua y saneamiento compuestos por voluntarios de las comunidades que asumieron la tarea de garantizar la salubridad del agua y el correcto funcionamiento de las instalaciones de saneamiento de su zona. Estos comités se convirtieron en los representantes de sus comunidades en decisiones relativas al agua y saneamiento frente a agencias del Gobierno, instituciones comunitarias y entidades del sector privado.
Por otro lado, se construyeron 20 letrinas con la participación de la gente de la comunidad a las que iban destinadas. Aparte de su construcción, se les formó sobre las labores de limpieza y mantenimiento. Las letrinas cubren las necesidades del 85% de la población de la zona donde fueron instaladas
Los equipos de la FICR ya han finalizado pero, tras esta experiencia, se puede asegurar que tanto la CRN como los integrantes de las comunidades no sólo vieron sus necesidades esenciales cubiertas durante las inundaciones sino que han visto fortalecidas sus capacidades para hacer frente, por si mismas, a futuros desastres naturales habituales en la zona. Las comunidades afectadas por los desastres son las primeras en intervenir en casos de emergencia y si cuentan con los conocimientos y las herramientas necesarias para hacerles frente son las que más eficazmente pueden autoayudarse.
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