En poblaciones como Monga o Kargoussi, en la región del Sahel Burkinabé, no hace mucho, las mujeres salían de casa a las 4 de la madrugada para ir a buscar agua a pozos excavados para recoger agua de lluvia. Agua que había que compartir con los animales. Una tarea que las ocupaba hasta el anochecer, bajo temperaturas de más de 45 grados hacia el mediodía, en la llanura desértica de la zona. Ellas, sus maridos y sus hijos, tenían que aprovechar la oscuridad de la noche, buscando una intimidad imposible, para las necesidades fisiológicas básicas.La falta de acceso a un agua segura, la ausencia de higiene y de saneamiento, hacían cotidiana la enfermedad, el malestar y la muerte de los más débiles. Con una economía de subsistencia basada en la agricultura de cereales, y una cabaña ganadera caprina, la vida en una de las zonas rurales más extremas de África es una aventura trágica.
Pero estamos en el país de los hombres íntegros. En un país donde la resiliencia, el afán de superación y la unión de sus gentes, les empujan hacia adelante, buscando que la aventura de vivir tenga un final feliz.
En Monga y en Kargoussi, la Cruz Roja Burkinabé está desarrollando proyectos de agua, higiene y saneamiento que en tres años han mejorado su calidad de vida. Cuentan con el apoyo de la Unión Europea y de la Cruz Roja Española. Mamadou Mussa, un anciano de Monga, dice que el comienzo no fue fácil, había reticencias, miedo, vergüenza, pero que poco a poco fueron comprendiendo y cambiaron su mentalidad, su comportamiento.
La Cruz Roja, con el apoyo de voluntarios como Diago Bubakar, animadores, como Tamboura Mamadu o Bokoum Amadou, conductores, como Franck Ouedraogo, y muchos más, junto a los habitantes de los pueblos que visitan, dejan lo mejor de sí mismos para que los pozos se rehabiliten, para que haya otros nuevos. Para que cada familia, cuente con una letrina.
Aun así, no se trata de tener, también es necesario sensibilizar, educar, adquirir compromisos, sostenibilidad… Se trata de cambiar comportamientos. Y cada día, cada mañana, cuando salen de sus casas, todos juntos, los vecinos y las gentes de la Cruz Roja trabajan unidos para conseguirlo.
Bajo el Árbol de la Palabra, en Kargoussi, cuentan que la salud ha mejorado, que la ausencia de enfermedad permite trabajar más y alimentar la economía, que ya no existen la vergüenza, ni la espera, porque las letrinas y los pozos están cerca de casa.
Para Dikco Hamma Giblirau, en Monga, la Cruz Roja, ha traído el agua para lavar sus ojos y ver de otra manera, ha respetado su mentalidad y se ha adaptado su ritmo. “Y también nos ha despertado porque estábamos dormidos. Ahora los niños ya no enferman y están limpios. Las mujeres se levantan a las 7 y buscan el agua, que ya no compartimos con los animales, aquí al lado. Nuestra vida ha mejorado”, comenta.
Es el día a día de personas como Lorena Auladell, una catalana que trabaja como delegada de la Cruz Roja Española en el proyecto de Agua y Saneamiento. Como una más, junto a los que tienen el derecho de acceder a una vida mejor, porque así lo desean, están dispuestos a luchar por ello y tienen mucho que enseñar a quiénes les visitan. Estamos en el país de los hombres íntegros donde también hay mujeres íntegras. Estamos en Burkina Faso.
Crónicas desde el terreno. El país de los hombres íntegros
Jesús López Santana Cruz Roja Extremadura